Con el propósito de ofrecer su mejor versión, la Real Federación Española de Judo ha mudado su célebre campo de entrenamiento de “Castelldefels” a Alicante. Los 516 kilómetros cambian el pueblo de 66.375 habitantes por la capital de provincia de 331.577 residentes. El traslado busca mejorar las condiciones de entrenamiento, se cambia la calma natural de la playa, por el asentamiento urbano del puerto de Alicante, sembrado de múltiples opciones de esparcimiento.
La concentración más jaranera de la gira (gracias a coincidir con el periodo estival) ha descendido su participación de 910 a 567 participantes, la causa no parece ser el cambio de comunidad autónoma, sino la combinación de circunstancias relacionadas con el calendario deportivo del judo internacional y la adecuación de las programaciones personales, a un año de los Juegos de Tokio 2020, motivo que no deja tiempo para el cascabeleo.
El campo de trabajo de Castelldefels comenzó, hace 30 años, en el año 1989, sólo con una treintena de deportistas, casi en familia, impulsado por las seis medallas logradas en el europeo de Pamplona, del año 1988, y las nacientes medallas europeas junior, coincidiendo con el despegue de las becas ADO (Ayudas para Deportistas Olímpicos) que enfocaban su propósito hacía Barcelona ´92.
Inicialmente, hubo dos citas anuales únicamente para el Equipo Nacional Español, una en Semana Santa y otra en la primera semana de julio, que es la que finalmente se ha mantenido. Las invitaciones de atletas extranjeros las inauguró un equipo militar ruso, más tarde fueron la selección portuguesa, con algunos deportistas cubanos, chilenos y venezolanos que preparaban el campeonato panamericano, invitados por el Consejo Superior de Deportes (CSD) gracias a unos convenios de cooperación vigentes en esos años.
Además, comenzaba a valorarse el judo femenino, con una generación de españolas que destacaban en casi todas las categorías de peso, después de la brecha abierta por Moyano, Solana, Campo y Mañes. Aunque, el mayor empujón lo originó Mirian Blasco con su método de entrenamiento planificado, que remplazó la tendencia del entrenamiento angustioso hasta el padecimiento, en el que sólo sobrevivían los más recios.
La primera vez que participé en Castelldefels fue como junior, en la etapa que sólo participaban los españoles. Entrenábamos en una carpa al borde de la arena, con una elevada temperatura y un alto nivel de humedad. De aquel periodo recuerdo, una norma que prohibía beber agua en el entrenamiento, porque no estaba bien visto que un judoka disciplinado saliera de la sesión a refrescarse. Hoy las cosas han cambiado, aquello se olvidó junto a otras reprimendas ilógicas de antaño, y en mi interior, sólo persisten las vivencias de combates intensos, cuando no había muchas ocasiones de luchar con las mejores.
Actualmente, los competidores tienen las atenciones que se “merecen” hemos pasado del “deportista agónico” al “deportista de porcelana”, donde nada es suficiente. Un desarrollo natural, pero algo asombroso para los veteranos. Hoy el trabajo es “videovigilado” desde todos los laterales (previo pago), con masajistas, fisioterapeutas, entrenadores de dirección privativa y una fuente con refrigeración continua. Resumiendo, al campus de Alicante está cuidosamente organizado, no le falta de nada, con un tatami con 700 colchonetas que asientan 1386 m2 de área de entreno, con una ventilación prodigiosa y un continuo seguimiento de personal atento por mantener una limpieza permanente. También, mejoran los hoteles, reunificados en tres únicos hospedajes, lejos de aquel “Rancho” rústico de los 90. Ahora, todo es cuidado para esta extraordinaria generación que compone el horizonte competitivo del judo mundial.
No quiero que se malinterprete. No hay superioridad entre las distintas generaciones. Una generación no tiene por qué ser ni mejor ni peor que otra, simplemente el judo, como todo, se adapta al desarrollo natural y eso es lo que aprecié en la primera convocatoria alicantina. Sólo con cambiar el punto de vista, el lugar y la concepción del trabajo ya considero un buen camino para favorecer el desarrollo generacional de los competidores.
Hoy he conseguido diluir el anhelo aquellas vivencias del pasado, gracias a la sustitución espacial y deseo, que esto mismo, favorezca el camino de los competidores y les regale la oportunidad de disfrutar de esos momentos de progreso personal repletos de sana ambición que hace a los atletas superarse cada día.
TEXTO: @ALMUDENA LÓPEZ
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