Queridos alumnos:
De haberlo sabido, habría dedicado más tiempo a conversar sobre las cosas más simples, sin necesidad de levantarnos del tatami. Ahora más que nunca, quiero volver a reírme, contaros un cuento, hablar de valores mientras nos saludamos sin chocar nuestras cabezas. Quiero hablar de los valores básicos para convenceros de que el verdadero valor del deporte se refleja como una combinación de virtudes.
En este momento, quisiera volver a bailar judo con la música que os gusta, repetir aquellos trucos para aprender los nombres en japonés como el de “come y calla” para recordar “Kumi Kata”, aceptar cambiar el calentamiento, mondo y lirondo, por el juego de “KoKa Kola” o el de “cocodrilo”, y terminaría la clase jugando al “zorro”, ligando aquellos que olvidaron el judogi.
Judokas, hoy, la distancia nos cambia la dinámica de la clase, para dar espacio a la posibilidad de llevar a cabo lo que aprendimos juntos. Os voy a pedir que no dejéis de hacer vuestras labores familiares, pero CREAR, crear nuevas formas de luchar, no dejéis de componer sueños, porque vuestra fuerza impulsa la fuerza de vuestras familias, y mi propia fuerza. Cumplir con vuestras tareas, pero dedicad todo el tiempo que podáis a vuestras pasiones, es así, como actuaréis como judokas, de una forma diferente, robusta y flexible. Es el momento de activar la creatividad y dar valor a los deseos, porque el mundo se sostiene de sueños y no de razones. Es el momento de pensar como protagonista del cuento.
Puede ser que, en bastantes de ocasiones, os haya enseñado menos técnicas y más cosas absurdas que no premiaban al instante, buscando agitar y estimular vuestras condiciones. Busqué distintas formas para iluminar el camino del judo, no han habido objetivos fijos, porque cada uno de vosotros atesora cualidades distintas, y se pasa por periodos especiales como el que ahora vivimos. Realizamos prácticas absurdas como bailar entrenado “ASHI WAZA”, llegamos a dormir unos minutos, para sentir la respiración, y de esa forma, dominar los impulsos razonables que brotaban por naturaleza.
Sois maravilllosos, vuestra inocencia acepta cualquier reto, sin cuestionar. Un día os pedí volar, y movíais manos a modo de alas, creyendo que podríais lograrlo, y así conseguir mi cinturon negro como premio.
Hoy lleno mi alma de una sensación de caramelo de limón, recordando vuestras risas, y de chicle de menta, añorando mi desesperación cuando no me hacía entender e iniciábamos una contienda, que finalmente nos hacía crecer a ambos.
Ahora desde lejos, recojo mi propio consejo con esa acción que proponía antes de empezar las clases diciendo: “cerrar los ojos, respirar profundamente, olvidar los ruidos y lo tenemos al lado. Mirar dentro de vosotros, recorrer vuestro cuerpo con el pensamiento y percibir cómo os sentís. Sacad lo mejor de dentro y transformarlo en energía positiva”.
¡Nos vemos pronto, más fuertes y más judokas que nunca!
Os quiero.
TEXTO: Almudena López
FOTO: Gonzalo Pérez.