Cuento infantil EL PEQUEÑO SAMURÁI

Había una vez un PEQUEÑO SAMURÁI en Madrid, de esos que nunca olvidan la mochila de su judogi, y cuenta los días para volver al tatami.

Un día, al despertarse, le sobrecogió una triste noticia, se suspendía el colegio y las clases de judo, porque transitaba un virus peligroso y nadie podía salir de casa.
Entonces…escuchó en casa.

– ¡Vaya Lío¡ cómo se ha puesto el patio. ¡Dichoso gobierno! Esto va a resultar más grave de lo que dijeron, no pienso dejar mi trabajo.

El PEQUEÑO SAMURÁI miró a su padre y le dijo:

– ¡Qué dices papá! debes cumplir con lo que han aconsejado, nadie debe salir a la calle, es parte de la DISCIPLINA que debemos cumplir para acabar con esto.

-Eso dicen, pero dicen que el virus sólo afecta a las personas mayores. No encuentro motivos para que paren todo y desplomen la economía del país.

El PEQUEÑO SAMURÁI dijo:

-Mi maestra me enseño que debemos RESPETAR, y aunque no nos afecte, es justo que colaboremos con nuestra comunidad.

Entonces, las noticias alertaban de grandes desastres personales y económicos. Los políticos resignados, no sabían cómo manejar la situación. Mientras tanto, el silencio inundaba las calles, todos se escondían en sus casas.

El padre dijo:

– Los políticos están actuando únicamente para beneficio propio, no se ponen de acuerdo. ¡esto es un sinsentido!

El PEQUEÑO SAMURÁI dijo:

– Papá, dicen que el confinamiento es la única solución para lograr el control de la situación. Ahora debemos actuar como la persona que decimos ser, sin dudar ni un segundo, hoy hay que sacar nuestro HONOR. Es un buen momento para compartir solidaridad y tiempo en familia.

El padre siguió refunfuñando.

– ¡Este gobierno no tiene ni idea! se están equivocando en todo. Los políticos no paran de lanzar consejos patriarcales.

El PEQUEÑO SAMURÁI dijo:

– Papá, tómalo con MODESTIA, debemos confiar en los dirigentes, no es tiempo de ostentación.

El día fue trascurriendo, y la ira del padre crecía como respuesta a la injusticia de lo que se vivía en ese momento.

Desde la calle volvieron a sonar miles de personas aplaudiendo que lanzaban los vecinos para agradecer la actividad de los sanitarios.

El padre dijo:

– No soporto el guirigay de las ocho de la tarde, rompe con mi rutina.

El PEQUEÑO SAMURÁI dijo:

– Debemos de sacar CORAJE para regalar aplausos desde la ventana, es una señal más de compartir nuestra energía.

Y cuando el padre estaba a punto de caer, el PEQUEÑO SAMURÁI le abrazó, y el padre consiguió el AUTOCONTROL que necesitaba. El cariño era la mejor manera de sobrellevar esta difícil situación.

Aunque, el aislamiento cambió la forma de comunicarse, todos miraban más que nunca las pantallas. El confinamiento en casa retomaba la buena costumbre de comer en familia. El PEQUEÑO SAMURÁI se sentó a la mesa para comer y pidió un favor.

-Papá, cuando vayas a la compra pregunta a los vecinos si necesitan algo, puede ser que lo que antes era CORTESÍA, ahora es una necesidad, ellos siempre ofrecieron su ayuda.

– Hijo, no te preocupes. Lo haré. Quizá pronto podremos salir juntos a la calle.

El PEQUEÑO SAMURÁI dijo:

– Recuerdo constantemente a mis queridos amigos, aunque me comunico digitalmente, deseo tanto…volver a abrazarles. Su recuerdo me impulsa a seguir con mis deberes escolares, ahora, más que nunca, entiendo el gran valor a la AMISTAD.

– Si hijo. Quien tiene un amigo, tiene un tesoro.

La luz empezó a coger otro tono. El final del día llegaba, y el papá, agarró la mano de su hijo y le dijo:

– Hijo, disculpa, todos estos jaleos, la actualidad me nubla y el alma se me llenó de tristeza, sin embargo, veo que la vida me recompensa. Ahora, tu educación a través del judo ajusta mis debilidades.

Gracias hijo, gracias PEQUEÑO SAMURÁI, veo que aprendiste bien “el arte del ceder”.

Los niños son la base de la educación.

TEXTO: ®️Almudena López

#QuédateEnCasa #StayAtHome #judoislife #judoesvida

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