Justo un año de la fotografía de @gonzaloperezmata y con el recuerdo me llega una sutil añoranza de las cristalinas aguas turcas.
BUCEAR
Allí estoy, encima y debajo de tanta belleza. Apenas recuerdo el desafío de sumergirme, algo me resuena silencioso en un profundo azul infinito, con unos suaves zumbidos que repican soledad y deseo.
El buceo me lleva al reto de tocar el suelo, y con ello el juego de aceptar la espera y enderezar el impulso, es decir, compensar el descenso, con el ascenso, en ese mágico tiempo sin calma, ni tumulto.
La aventura marina difumina la atormentada serenidad de la superficie, y regala diseños de poder interiores, para siempre… mientras la acción provoca la necesidad de orden. Es como todo, depende del manejo de energía, la inmersión precisa el mínimo consumo y el máximo equilibrio, entre poder bajar y volver a subir.
En mis espejismos, la mar se arremolina difuminada con la presencia de un armonioso juego entre rivalidades y debilidades propias, donde el entorno aparece como una provocación del hacer, y la profundidad como la necesidad de desaparecer.
Bucear en un garzo turquesa, trasforma la actividad en quietud, y eleva el espacio interno hacia un apetecible infinito perdurable.
Y, mientras mis ojos apuntan allí, la hazaña la siento aquí.
TEXTO: Almudena López.
FOTO:Gonzalo Pérez.
#Bodrum #Turquía #energía #interior