El judo aflora con mucho más que el reverenciado combate; llega sin limitaciones, ni designaciones exactas, nace desde el ejercicio de la voluntad, y se mantiene vivo, al paso de los latidos internos de cada uno.
La grandeza del judo gira en la conquista de uno mismo sobre espacios generosos de #aprendizaje, #perseverancia y #constancia, sometidos a caídas, que llevan a multiplicar horizontes, y glorias, que nutren de distintas maneras.
El judo te lleva donde lo necesitas, digamos que hay un judo por cada persona que lo practica. Y en ese amplio círculo virtuoso se genera el problema de entender, que hay otro judo enfrentado al de uno mismo, opuesto, desigual, pero quizá útil, y lleno de #esencia y #conciencia compartida. Comprendiendo esto, arranca el judo.
De forma que, la maestría gira en torno a la #simpleza del ser y sentir, lejos de excluir la visión de lo que personalmente no se llega a alcanzar. La #formación te hace crecer y la lucha entender que las cosas no son como a uno le parece, se adaptan a cada realidad. El percance sucede al encasillar la propia perspectiva como única vía, sin considerar la opuesta. La eficiencia del judo llega cuando se empatiza con los demás. La ocultación de otras luces resta el poder humanista del judo como herramienta de mejora existencial.
El judo da la oportunidad de abrazar para compartir diferencias con el que está enfrente. Y comprender, que no pensar igual, no significa estar en contra, hace parte del desarrollo de la empatía. En pocas palabras, si sólo se valora al judo bajo un mismo prima, se niega la virtud de este tesoro humanista, que desde su génesis despliega la adaptabilidad por encima de la gloria.
El judo es un sistema que obliga a conectarte con uno mismo para llegar a ser la mejor versión al servicio del entorno. El conocimiento te lleva por sentidos muy amplios, y la experiencia vital te sugiere el reto de #aceptar, que tu vida cambia, y con ello tu manera de entender la práctica. Aunque, cuando uno cree que llega a la cima de la comprensión, se cae en el abismo, en la cuenta de que alguien ya pasó por ese lugar de ese presente particular que te hace parecer exclusivo.
Digamos que el desafío es comprender la imposibilidad de abarcar la sabiduría plena. Si bien, la competencia infinita del judo se genera con compasión para asimilar que cada persona elige su ejercicio en relación con su espacio, tiempo y necesidades.
Y, donde todos y cada uno, son y sienten, su propio judo.
TEXTO: Almudena López
FOTO: Gonzalo Pérez