AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS

ROMANCES DEL PASADO

Echo de menos el olor a paja húmeda de los primeros años en las salas de judo, y el de goma sintética de aquellas colchonetas estrenadas, en el despegue del CAR*, igualitas a las de competición, que me rebanaban la piel al roce de interminables “uchikomis” mandados fuera de control «sin ton ni son».

Recuerdo aquellas ganas de comerme el mundo y la satisfacción de viajar cómo miembro del “Equipo Nacional”. Y con ello, echo de menos los madrugares inquietos, a la mañana siguiente, de esas desesperadas bajadas de peso, en la sauna, con carreras en los pasillos enmoquetados de aquellos hoteles, a los que no he vuelto a pisar desde entonces. Echo de menos las miradas de deseo a esas bandejas en el avión cuando nos faltaba experiencia y nos sobraban doscientos gramos de peso para competir.

Echo de menos los baños con esa mezcla de olores entre el miedo y esperanza, y los largos pasillos donde la luz nos marcaba el campo de batalla personal. Echo de menos la espera hasta la confirmación el equipo seleccionado para el viaje, en bus o avión, porque todo nos venía bien… y cuando Vicente pasaba lista para marcar asistencia y orden, con su bolsillo bajo la asila y, en su mano, papel y boli.

Echo de menos el miedo a la nada, el gusto al todo, la inocencia, la confianza, la espera, la entrega, las derrotas y las nuevas oportunidades. Echo de menos perder el combate, ganar la medalla, envuelto siempre con las ganas de vencerlo todo, por la emoción de lograrlo, sin necesidad de cumplir o de compensar lo recibido de aquello a nada, ni a nadie.

Recuerdo aquellas ganas de ser mayor, y ser mejor, con ese ánimo de luchar donde fuera, y con quien fuera. Echo de menos el dolor de manos por los agarres, el de las tibias por las técnicas mal encontradas, las caderas, rodillas… en fin, esa alternancia de dolencias fundidas con el gusto de cazar el momento técnico en cualquier combate inesperado y sentir la levedad del ippon.

Echo de menos, millones de ridículas emociones y chocarreras cicatrices de aquellas, casi dos, décadas de competición pasadas. Quizá, porque este presente se presenta como un filo frio, o un turbio desliz desenfrenado, que arrasaba sin miramientos el tiempo de esperanzas y los deseos… que hoy se revuelven y hacen bueno lo malo, y hacen malo lo bueno.

TEXTO: Almudena López

 

Blog: www.judobywoman.com

 

FOTO: Cedida por la maestra Sacramento Moyano. 1987.

Loli Veguillas, Lola Ortíz, Sara Herguezabal, Gema Redondo, Sacramento Moyano, Azucena Verde, Carmen Bellón, Mirian Blasco, Antonia (Toñi), Almudena Muñoz y Almudena López.

viaje a la concentración de judo en CANNES 1987.

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